Siempre estaremos a tu lado, madre – Los hijos de Reynaldo Rossano no quieren verlo: “Siempre los amaré”

Para millones, Reynaldo Rossano es “El Papirrín”, un comediante muy querido cuya energía contagiosa e ingenio rápido iluminaban las pantallas de televisión en programas como Hoy. Era una figura inseparable de los hogares mexicanos, un hombre cuyo trabajo era crear alegría. Pero tras la cortina de la fama, un silencio devastador ha consumido su vida. La risa que una vez llenó su propio hogar ha sido reemplazada por un vacío ensordecedor. Durante casi dos años, Reynaldo ha tenido prohibido ver a sus dos hijos menores, quienes, según él, lo han excluido por completo de sus vidas.

Hijos menores de Reynaldo Rossano 'El Papirrín' no desean verlo | Univision  Famosos | Univision
Esta no es la historia de un padre distante; es la historia de un hombre que lidia con una herida tan profunda que lo ha dejado de rodillas; un hombre borrado por los mismos hijos que ayudó a traer al mundo. ¿Cómo se derrumba el mundo de un padre tan completamente? La respuesta se encuentra en algún lugar entre las fracturadas secuelas de un divorcio doloroso y una batalla que continúa mucho después de la ruptura del matrimonio. La vida de Reynaldo con su exesposa, Karla Arreola, transcurrió bajo los focos. Eran una pareja poderosa, criando a dos hermosos hijos mientras su carrera estaba en la cima. Él era el sostén de la familia, la cara famosa, el hombre que parecía tenerlo todo. Pero cuando el matrimonio se derrumbó, también lo hizo la ilusión. El divorcio no fue solo la separación de dos adultos; fue el comienzo de una guerra silenciosa y brutal donde, sugiere Reynaldo, sus hijos se convirtieron en víctimas.
“Serán casi dos años sin verlos”, confesó, con la voz cargada de un dolor que se ha convertido en su compañero constante. Describe el angustioso proceso como un “duelo”, una batalla con una pérdida tan total que se siente como una muerte. “Hubo un tiempo en que estaba muy triste, sin entender por qué. Ahora, simplemente dejo que las cosas pasen”.
Este no es un padre que se ha rendido; es un hombre obligado a una posición de rendición desgarradora. El muro de silencio de sus hijos adolescentes, que están a punto de alcanzar la edad adulta a los 18 años, es absoluto. No les interesa verlo. Imaginen el dolor de esa declaración. Un padre, aún vivo, aún amoroso, se convirtió en un fantasma en la historia de su propia familia. ¿Qué veneno les susurraron al oído? ¿Qué narrativa se tejió para convertir el amor de un hijo en una indiferencia fría e inquebrantable?
Mientras Reynaldo navega por este infierno personal con la ayuda de la terapia, hay otra batalla, más tangible, en marcha: la lucha por el dinero. Tras el divorcio, su fortuna ha cambiado drásticamente. Los lucrativos contratos televisivos y los ingresos estables de un actor célebre se han desvanecido. En su lugar, la determinación y el esfuerzo de un hombre que se reinventa, no como estrella, sino como comerciante, un vendedor en el mundo del “comercio informal”.
“Ya no tengo los ingresos que tenía antes”, admite, exponiendo una vulnerabilidad que pocas celebridades se atreverían a compartir. “Pero siempre encuentro otras actividades para mantenerme, no solo en el mundo artístico. Me dedico a las ventas, al comercio informal”. Todavía paga la manutención de sus hijos, un hecho que no duda en enfatizar. Pero la cantidad es un punto de discordia. “Sigo pagando una pensión según mis posibilidades actuales”, explica. “Mi situación actual no es la misma que hace unos años, pero no dejo de dar dinero. Quizás no llego a la cantidad que ella quisiera, pero no dejo de dar”.
La implicación es fuerte. ¿Se trata de algo más que resentimiento? ¿Es el silencio de sus hijos un arma utilizada en una disputa financiera? ¿Está el acceso de un padre a sus propios hijos ligado a una cantidad que ya no puede pagar? Reynaldo no hace la acusación directamente, pero las piezas encajan en una imagen de profunda injusticia: el valor de un padre se mide en pesos y su amor secuestrado.
El giro más desgarrador de toda esta saga es la prueba irrefutable de que Reynaldo no es un padre ausente ni desamorado. Tiene otro hijo, Diego, de su primer matrimonio. A sus 30 años, Diego mantiene una relación cercana y sana con su padre. Este hecho desmiente cualquier narrativa simplista de que ‘El Papirrín’ es un mal padre que recibió su merecido. Si puede ser un padre amoroso y presente para un hijo, ¿por qué ha sido completamente exiliado por sus otros dos? El contraste es una clara crítica de la situación, apuntando a una alienación deliberada y calculada.
Por ahora, a Reynaldo le queda una esperanza que se siente más como una oración. Espera a que sus hijos cumplan 18 años, el día en que puedan tomar sus propias decisiones legalmente, libres de cualquier influencia externa. Pero también es realista, endurecido por dos años de llamadas sin respuesta y un silencio aplastante.
“Dejaré que el tiempo haga lo suyo, respetando lo que decidan”, dice, con el dolor evidente en su aceptación forzada. “Ya son grandes, saben lo que deciden, lo que piensan, y punto”.
Ha intentado tender una mano. Ha extendido ramas de olivo que se han marchitado. Su amor permanece, un faro constante e inquebrantable que brilla en una oscuridad que se niega a reconocer su luz. “Espero que la vida les haga comprender mi lado”, comparte.s. “Si en algún momento el tiempo nos vuelve a unir, genial, y si no, quiero que sepan que siempre los amaré. Lo he dejado ir. No es una decisión que dependa de mí.”

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Esta es la historia no contada de ‘El Papirrín’, un hombre que dedicó su vida a hacer reír a un país, y que ahora libra una batalla silenciosa y solitaria por el amor de sus propios hijos. Es una historia con moraleja sobre cómo el divorcio puede convertirse en una zona de guerra, y cómo el dinero, la influencia y el resentimiento pueden construir muros tan altos que ni siquiera el amor de un padre parece poder superarlos. Y mientras espera, con la esperanza de un reencuentro que quizá nunca llegue, una pregunta flota en el aire, sin respuesta y agonizante: ¿Quién enseñó a sus hijos a odiar al hombre que les dio la vida?